Rory Gallagher, el irlandés errante. Partiendo de Mayall, el hombre que más ha hecho por el blues «creado por blancos» en los últimos diez años, cabría definir el blues de aquel grupo llamado Taste como un blues real, verdadera y auténticamente «progresivo» (y perdonad que use esta expresión «desterrada», pero aquí, ciertamente, es la única que define lo que quiero decir). Si tomamos como base a Mayall y escuchamos profundamente su música, percibiremos en ella el claro aliento del tradicionalismo, a pesar de ser él el músico más completo en el género, a pesar de todo, la base de John Mayall sigue siendo la más pura esencia de ese sentimiento llamado blues. Situémonos ahora en un punto más «avanzado», por ejemplo en el blues de Ten Years After, cuya similitud con Taste podríamos calificar como de «evidente», comenzando con la comparación entre Alvin Lee y Rory Gallagher. Los Ten desde su álbum «Ssssshhh…» ejecutan un blues limpio, inmensamente contundente pero nítido a la vez, es el blues que bien pudiéramos llamar «rock», por su neta unión con él. Si seguimos la línea, citando ahora a Fleetwood Mac, grupo en el que se observa más fuertemente la influencia Mayall por ser un conjunto nacido netamente de su influjo (con Mike Fleetwood, Peter Green y John McVie, recordad), el blues que apreciaremos será más bien sofisticado, casi etéreo a veces, casi fluido y con notas de profundo lirismo otras (bástenos con recordar «Albatross», «Oh Well») e incluso notaremos su tenue unión con lo exótico, el orientalismo más de una vez («The Green Manalishi»).

¿Y Taste?… El blues de Taste es probablemente el cuarto que podríamos citar, pero ellos tenían además la nota «progresiva», sí, porque era una música en «progresión» constante, un sonido casi increíble que pugnaba por sobrevivir… y lo logró. Taste tenía lo que tenían los Ten, los Mac o… si me apretáis mucho, el mismo John, aunque de cada uno de estos nombres se puede escribir un libro de alabanzas. Taste tenía…la fuerza de Cream, y con esto queda todo en mi opinión bastante claro. Una fuerza contundente, rotunda, con rock, jazz, beat y el más puro soul blanco que nos darían determinadas combinaciones de todos los grupos citados.

En Taste estaba Rory Gallagher, y como en el caso de Alvin Lee en Ten Years After, esto ya definía de por sí un sonido, una evolución, una calidad y un éxito fabuloso.

Rory Gallagher es irlandés, de Cork, como sus dos compañeros de hace años. Es un hombre de esos que sirven y pueden grabar todo un LP en solitario porque domina cualquier instrumento que se le ponga delante aunque en disco solo le hayamos oído en cuatro. Como cantante le sucede lo que a la mayoría de buenos instrumentistas que «han de cantar» por fuerza, que simple y sencillamente…cumple, aun cuando con las técnicas de grabación obtengamos incluso buenos registros en ciertos y determinados momentos. De todas formas, estaremos todos de acuerdo en que no es su faceta más brillante. Como saxo nos ofrece verdaderas maravillas en el LP «On the Boards», de Taste, pero no lo toca para nada en «Deuce», con él en solitario. Y es una pena, porque la forma de tocar el saxo de Rory es muy buena, usa una técnica recortada como en esa joya que es el «Turning Point» de Mayall, logrando excelentes momentos de tipo jazzístico. A la armónica él consideró un elemento vital e indispensable para el buen, el auténtico blues, y Rory sabe emplearla con una elevada preparación, con un alto grado de calidad y swing, a pesar de que tampoco se prodigue en ella como a muchos nos gustaría.

Y llegamos a la guitarra… y ahí sí que uno saca el sombrero, porque Gallagher es ese nuevo, o simplemente ese «otro» Clapton, Lee, etc. Rory es ante todo un buen guitarrísta ni maravilloso ni tal o cual, simple y sencillamente un hombre que nació con la guitarra bajo el brazo, y que tras muchos años de convivencia ha logrado compenetrarse totalmente con ella, conocerla a fondo como no puede conocerse a nada con nombre de mujer… Rory es un excelente punteo, un excelente rítmico, un excelente solista o acompañante, y la guitarra es su media vida, la prueba de ello la tenemos en su último LP, en el que ha deshechado saxo y toca poco la armónica, para dedicarse y consagrarse únicamente a la guitarra, y extraer de ella todos esos buenos sonidos que me han movido a escribir esta semana en su honor.

Pero Taste no era únicamente Rory Gallagher, a pesar de ser el autor de todos los temas, a pesar de tocar todos los instrumentos exceptuando bajo y batería. Taste era él… pero con otros dos miembros: John Wilson y Richard McCracken.

John Wilson era el batería, buen percusionista, poco estridente y desde luego nada espectacular. Richard McCracken rea el bajo, mucho más completo que Wilson, desde luego. Su compenetración con Rory era muy fuerte, de tal forma que había llegado a deleitarnos gratamente en varios diálogos y «fraseados» con Gallagher, cuando sus dos guitarras iniciaban una serie de acordes con respuesta rápida que no todos saben realizar a la perfección. Pese a todo, estaba lejos todavía de poder rivalizar con su amigo y líder…

Salieron un día cuando a los tres les pareció que su música estaba lo suficientemente «cultivada» como para permitir que fuera escuchada en el Londres super-avanzado. Pero Londres no quiso recibir, ni condescendió siquiera a Taste. No hubo tumultos, avalanchas, ni rápido ascenso. El blues sigue siendo un género difícil, y penetrar en el mundo musical con él como estandarte.. Taste marcha a Europa, y paradójicamente, siguen un poco los senderos que ocho años atrás habían seguido los cuatro Beatles. De esta forma, el Star Club de Hamburgo es el primero en donde, verdaderamente, puede asegurarse que han triunfado. Su regreso a Londres es más animoso, llevan consigo los recortes de Alemania y aquello les facilita algo las cosas. De esta forma consiguen grabar su primer disco, una revelación que pocos saben apreciar, principalmente porque todavía hay dos o tres grupos que hacen lo mismo y son mejores (más o menos los que he citado al iniciar este artículo).

Y Taste se plantea seriamente su situación: falta pulir detalles, falta tal vez dimensionalizar más su estilo. Dos hechos iban a ser fundamentales entonces en la carrera de Taste, primero su gira por Estados Unidos como grupo acompañante de Blind Faith, es decir, ellos cubrían la primera parte del show y Blind Faith la segunda. Más tarde repiten el viaje por Alemania con John Mayall, también actuando como «teloneros»… pero con estas dos giras Taste logra cumplir sus deseos. Trabajar al lado de hombres como Clapton, Winwood, Grech y Baker en Blind Faith, y junto a Mayall y sus músicos, en cualquiera de sus formaciones, resulta la mejor enseñanza que pueda soñarse. Al regreso de esta última gira están dispuestos, y graban su LP «On the Boards».
Es tal vez una de las joyas pop más brillantes de los cinco últimos años, un álbum donde no hay desperdicio alguno, un LP, en el que prácticamente dos temas ya definen por sí solos toda la calidad y perfección logradas por Taste: «On the Boards» y «It´s happened before, it´ll happen again», pero el álbum, al completo, escapa a cualquier valoración que sólo tenga a las palabras por exponente directo.

Taste ya ha llegado, ya «es» ese grupo revelación, ya se habla de ello como los nuevos Cream, como los músicos que han de cubrir la vacante más grande que la música ha dejado en los últimos años (Beatles, siempre, aparte).

Pero llega lo inesperado o… esperado. Para mí era inevitable. Rory Gallagher tiene una dimensión distinta a las de sus compañeros, una dimensión de gigante, que le sobreeleva por encima de Wilson y McCracken. Ya no es sólo la crítica la que pondera el magistral punteo de Rory, es el público, es todo. Por otra parte Gallagher «corre» más que sus dos compañeros. Su nuevo álbum promete ser un adelanto exorbitante, adelanto al que sus compañeros no van a llegar.

El futuro se presenta incierto para los tres músicos. De John Wilson y de Richard McCracken sólo sé que cambian de nombre, agregando un nuevo solista a la formación y que desde entonces se llama Stud, pero su mismo silencio en todos los aspectos es el obvio producto de una resultante clara y definida: Taste era Rory Gallagher.

El 18 de septiembre de 1970 es la fecha oficial en que Taste pasa a ser un recuerdo en la música mundial. Quedan discos, sí, pero son una promesa sin confirmar, un preludio de leyenda abortado de raíz. La prensa inglesa se lamenta de la ruptura, pero hace hincapié en algo que también está claro, que mientras Rory Gallagher tenga aliento, el espíritu, la técnica y la calidad de Taste seguirán, y esto es cierto.

Los álbumes de Taste son hoy un producto apetecido por el buen aficionado. Son los restos… En solitario Rory no tarda en convertirse en la nueva guitarra inglesa del momento. Tras un primer LP bautizado con su propio nombre se dedica íntegramente a este instrumento, olvidando el saxo y sólo integrando algo de armónica a su música, una música que alcanza rápidamente una espectacular madurez. En esta etapa le acompañan Gerry MacAvoy al bajo y Wilgar Campbell a la batería, logrando erigirse en poco tiempo en un extraordinario estilista que acapara la atención del público inglés. En 1971 se edita su segundo LP en solitario: «Deuce», con un blues suelto y espontáneo. En el 72 se edita «Live in Europe» y la crítica se le entrega y le bautiza como el «nuevo Clapton», título que en realidad poco tiene que ver con el momento y la situación, y que sólo trata de señalar al mejor guitarra del momento, o al que está más en boga.

En «Blueprint» le acompañan ya Rod de Ath a la batería, Lou Martin a la guitarra y teclados y Gerry MacAvoy al bajo. Es el cuarto LP en la cumbre tras el cual llega su mejor obra en solitario, el quinto álbum: «Tattoo», un singular LP lleno de punch y fuerza, con un tema como «Cradle Rock» que puede marcar ya para siempre el sentido de la música de Rory.

En solitario Gallagher se halla en la gran recta de los músicos clave de los 70. Un estilo puro y nato como el suyo, una guitarra sencillamente libre como la suya, y una fuerza emocional tan exuberante, se ha dado muy poco en estos años. Su carrera se presenta como una de las más atractivas de los 70, y su nombre es ya una institución en la dinastía de grandes guitarras ingleses….

Partiendo de 1974, el futuro no deja de asegurarnos que Gallagher es ya uno de los mitos más brillantes de la música rock y el blues británico.